Envejecer es parte natural de la vida y aceptarlo va con ello. Da igual lo que nos empeñemos que los años pasan y se notan. Es mejor hacerse a la idea porque no hay alternativa.
¿O sí que la hay? ¿Se imaginan un mundo en el que no envejeciésemos nunca. Raro, ¿no? Desde luego. Y aun así, científicos de todo el mundo trabajan para averiguar por qué envejecemos y si hay alguna forma de evitarlo.
Investigadores del Instituto de Biología Molecular de Mainz, en en Alemania, han publicado esta semana un artículo en el que tratan de arrojar luz sobre el origen evolutivo del proceso de envejecimiento.
Según sus resultados, algunos genes involucrados en un proceso llamado autofagia, crítico para la supervivencia de nuestras células, ayudan a los individuos jóvenes a mantenerse en forma, pero a cambio impulsan el envejecimiento con el paso de los años.
¿Por qué la evolución ha permitido el envejecimiento?
Tal y como postuló Darwin, la selección natural tiene como resultado que los individuos mejor adaptados a un medio concreto son los que mejor sobreviven, se reproducen y por tanto pasan sus genes a la siguiente generación. Cuanto más ventajoso es un rasgo a la hora de asegurar el éxito reproductivo, más intensa es la selección de ese rasgo.
Según esta teoría, esto debería haber dado como resultado individuos con rasgos que reduzcan, ralenticen o eviten el envejecimiento de forma que puedan seguir transmitiendo sus genes constantemente, y por tanto, desde el punto de vista de la evolución, el envejecimiento no debería existir.
Algo llamado la pleiotropía antagonista
La selección natural favorecería los rasgos que suponen el éxito reproductivo pero ignoraría sus consecuencias sobre la longevidad cuando estas ocurren tras la reproducción
Pero obviamente existe. Esta contradicción ha sido debatida desde el siglo XIX. Fue en 1953 cuando el biólogo George C. Williams expuso la primera explicación razonable en su hipótesis sobre la pleiotropía antagonista. Según esa propuesta, la selección natural favorece los rasgos que suponen el éxito reproductivo pero ignora sus consecuencias sobre la longevidad cuando estas ocurren tras la reproducción.
Esto quiere decir que si la mutación de un gen tiene como resultado más descendencia viable, pero a cambio acorta la vida, eso no es un problema. Los padres engendrarán más descendientes que llevarán su carga genética para compensar.
Una hipótesis sin demostración probada
De acuerdo con esta hipótesis, con el tiempo esas mutaciones favorables para la adaptación y la reproducción pero también para el envejecimiento habrán sido activamente seleccionadas. Aunque esta hipótesis se ha demostrado teóricamente y sus implicaciones se pueden observar empíricamente, hasta ahora no hay evidencias de genes que se comporten de esta manera.
Eso es lo que aseguran haber encontrado ahora estos científicos. Pero lo interesante no fue solo encontrar esos genes, sino determinar a qué están orientados. Algunos de ellos están involucrados en un proceso celular llamado autofagia, un mecanismo crítico de reciclado celular necesario para que un organismo viva una vida sana y normal. El proceso de autofagia se va ralentizando y deteriorando con la edad.
Mejor eliminar la autofagia que hacerla solo a medias
Los investigadores manipularon a sus gusanos para detener el proceso de autofagia al llegar a una edad avanzada, y descubrieron que los animales vivían más tiempo y en mejores condiciones que si la autofagia continuaba aunque fuese de forma incompleta o incorrecta. "En los individuos jóvenes, la autofagia ocurre correctamente y es esencial para alcanzar la madurez, pero completada la reproducción comienza a fallar y es lo que hace envejecer a los individuos".
Para terminar, los científicos pudieron rastrear el origen de las señales que favorecían la longevidad hasta un tipo de células equivalentes a nuestras neuronas. Desactivando la autofagia en esas neuronas lograron prolongar la vida de los gusanos y además mantenerlos en mejor estado de salud.
¿Un tratamiento que detenga el envejecimiento?
"Imagina alcanzar ese punto de madurez en tu vida y tomar un medicamento que te mantenga tan en forma como a alguien con la mitad de tu edad y que además te ayude a vivir más tiempo. Eso es lo que hemos conseguido con estos gusanos", explica uno de los autores.
Aunque aun queda mucho por averiguar en torno a estos mecanismos, hay enfermedades graves asociadas a un proceso de autofagia defectuoso, como el alzheimer, el parkinson o la enfermedad de Huntington, por lo que son resultados prometedores, si bien hay que tomarlos todavía con cautela. Quizá en el horizonte haya también una cura para el envejecimiento.
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