Metabolismo es el conjunto de reacciones químicas que se producen en el organismo para aprovechar la energía de los alimentos que se ingieren a diario.
Cada uno de nosotros puede tener uno distinto, y se distinguen en tres grandes grupos: de hidratos de carbono, de proteínas y de grasas. Estos son los tres nutrientes que aportan energía a las células al transformarse en moléculas aprovechables.
Dependiendo de las distintas reacciones fisicoquímicas que ocurran en nuestro organismo, el funcionamiento de cada uno de ellos nos hará tener un aspecto físico u otro según la persona e incluso influirá en el desarrollo de trastornos como diabetes o colesterol.
En principio, el metabolismo responde a la carga genética del individuo, pero también va cambiando con la edad ya que, a medida que pasan los años, la intensidad del metabolismo es menor. A partir de la edad adulta disminuyen las necesidades energéticas un 5% por cada 10 años, ya que se reduce la energía que consume el organismo en situaciones de reposo para mantener las funciones vitales, entre otras el bombeo de sangre o el mantenimiento de la temperatura corporal.
Por este motivo, el paso de los años conlleva ingerir menos calorías, hecho que no suele ser contemplado por muchas personas, que acostumbran a decir: «me engorda todo lo que como, y como igual que hace años». Ahí está la clave; el peso fisiológico aumenta con la edad si se mantienen los mismos hábitos alimentarios y si se comen los mismos alimentos y las mismas cantidades que años atrás.
Es fundamental por tanto realizar dietas con pocas calorías que estén diseñadas a partir de las necesidades individuales de cada uno. Si se ingieren menos calorías de las que el organismo necesita diariamente, el metabolismo se adapta a esta nueva situación, y trata de ser eficiente en sus funciones orgánicas con el mínimo gasto energético.
El sobrepeso suele producirse cuando se ingieren más calorías de las que se gastan. Si no es el caso, puede ser debido a que no se hace suficiente ejercicio físico.
Desde Vitónica, para evitar estos sustos, aconsejamos alimentarse con nutrientes que tienen mayor capacidad para saciar, como son las proteínas, más que las grasas y los carbohidratos. Por tanto, sin olvidar comer lo justo de todos estos nutrientes, no hay que descuidar los alimentos proteicos en las comidas importantes del día, como puede ser la comida y la cena.