Algunos alimentos nos hacen felices, o al menos nos hacen sentir bien. Por eso nos cuesta dejar de comerlos o beberlos aunque ya estemos llenos. Es lo que científicamente se llama hambre hedonista: el deseo de comer por placer y no por saciar una necesidad física. Aunque en su justa medida no sea un problema, combinado con la falta de autocontrol sí puede llevarnos a excesos que se conviertan en un riesgo para la salud.
Por eso los científicos tratan de averiguar todo lo posible sobre este mecanismo y cómo controlarlo. Se sabe que entra en juego la dopamina: los alimentos apetecibles estimulan el centro de la recompensa del cerebro donde se encuentra el receptor de dopamina D2.
Así que un equipo de científicos alemanes ha tratado de averiguar si hay algunas sustancias en concreto dentro de los alimentos que afecten a ese centro de la recompensa.
17 llaves entre 13.000 posibilidades
Utilizando un sistema informático crearon una base de datos de 13.000 moléculas distintas, y seleccionaron aquellas que ya se sabía que interaccionan con ese receptor porque están presentes en medicamentos y tratamientos relacionados, y aquellas que por su estructura podían encajar en lo que buscaban. Algo así como buscar qué llaves abren una puerta de entre 13.000 llaves posibles.
Finalmente se quedaron con 17 de esas llaves, la más prometedora, una llamada hordenina, presente en la cebada malteada y en la cerveza. Igual que la dopamina, la hordenina estimula el receptor de dopamina D2, pero lo hace de una forma diferente que potencialmente prolonga el efecto positivo en esa zona del cerebro.
Las investigaciones continúan, pero este podría ser el mecanismo detrás del efecto positivo que tiene tomarse una cerveza sobre nuestro humor y sentimiento de felicidad, y por ello también la causa de que a muchos les cueste cambiar la cerveza por otras bebidas más saludables.
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