Cuando comenzamos a correr las dudas son muchas y variadas, y una de ellas suele ser si es mejor correr por distancia o por velocidad. Al inicio tenemos dos problemas: solemos ir muy lentos y nuestra capacidad para correr largas distancias es mala. Cuando ya se es un corredor con rodaje los entrenamientos de fondo y velocidad suelen alternarse, pero al inicio la cosa cambia.
Cuando empezamos a correr es preferible trabajar la distancia, es decir, la resistencia. No hay que preocuparse tanto de la velocidad o de los tiempos, sino de ir incrementando poco a poco y de manera cómoda la distancia que corremos. Aunque cada día que salgamos sólo corramos 200 metros más, esto al cabo de dos meses será un buen tirón y es lo que nuestro cuerpo necesita: ir construyendo una buena base aeróbica para después incluir el trabajo de velocidad.
Se suele empezar corriendo entre dos y tres kilómetros por salida, e ir subiendo poco a poco hasta llegar a los diez o doce kilómetros de manera cómoda, sin fatiga excesiva y dominando la distancia. En esto se puede tardar unos dos o cuatro meses, pero el tiempo no importa y no hay que tener prisas, si no llegarán las lesiones.
Después de alcanzar esta meseta aeróbica es cuando tenemos que empezar a pensar en el trabajo de velocidad con series cortas o entrenamiento interválico: es entonces cuando veremos que la velocidad de carrera se incrementa notablemente, aunque como todo, cuesta lo suyo y hay que seguir entrenando.
Por tanto, si eres corredor novel, no tengas prisas en correr rápido: es más importante trabajar tu base aeróbica, como una especie de pretemporada para ponerte en forma, par después incluir el trabajo de velocidad.
Imagen | Pixabay
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