Los hombros son una de las articulaciones más infravaloradas por las personas cuando hablamos de molestias, dolor o lesiones. Debido a que tienen incidencia en prácticamente todos los movimientos que realizamos al cabo del día en los que interviene nuestro torso, están más expuestos que otras articulaciones a sufrir posibles lesiones.
Por ello, debido a la cantidad de movimientos en los que interviene esta articulación, sufrir una lesión de hombro (o llegar a tener que pasar por el quirófano cómo fue mi caso) puede convertirse en algo realmente incapacitante y, si no nos escupiéramos bien, en algo crónico.
Anatomía básica de la articulación del hombro
La articulación del hombro es una articulación sumamente compleja debido al gran número de huesos (clavícula, húmero, acromion...), nervios (braquiales, axilar, supraescapulares...), tendones (cuyo componente más importante es el manguito de los rotadores compuesto por el tendón de la cabeza larga del bíceps, el supraespinoso y el subescapular), ligamentos (acromioclavicular, coracoclavicular, acromiocoracoideo...) y músculos (deltoides, supraespinoso, redondo mayor, redondo menor...) que la componen y la gran variedad de movimientos en los que interviene.
Si hablamos de la participación del hombro en los ejercicios que realizamos en el gimnasio podemos encontrar que, en mayor o menor medida alguna de las estructuras que lo componen intervienen, por ejemplo, en ejercicios como el curl de bíceps o el Press banca (además de los movimientos propios del Press militar, los llamados pájaros o las elevaciones laterales).
Principal problemática en el entrenamiento de hombros en los gimnasios
Con el paso de los años, al mismo tiempo que han ido aumentando su presencia en los gimnasios los entrenadores personales, se ha ido reduciendo el número de monitores de sala casi de forma exponencial. Por un lado, esto debería ser algo bueno, ya que los entrenadores personales son profesionales especializados en entrenamientos y fisiología del ejercicio, por lo que conocen (o deberían conocer) qué ejercicios evitar para no dar pie a sufrir una lesión.
Sin embargo esto no es así en la realidad, ya que cuando los entrenadores personales están en el centro deportivo o gimnasio, ellos se dedican al trabajo con su cliente, por lo que no pueden estar pendientes de todo lo que ocurre a su alrededor. Esto deriva en que en numerosas ocasiones podemos observar a usuarios realizar ejercicios que comprometen la seguridad de nuestra articulación glenohumeral.
Por lo que he podido ver en diversos gimnasios y centros, estos ejercicios podríamos resumirlos en tres principalmente: los presses tras nuca (situa la articulación del hombro en una posición de abducción + rotación externa compromete totalmente su estabilidad y aumenta el riesgo de lesión), las diferentes variedades de remo al mentón utilizando barra, mancuernas o poleas (aumentando las posibilidades de sufrir un pinzamiento en el supraespinoso o una tendinitis) y las dominadas tras nuca (por tener la misma mecánica que los ejercicios tras nuca anteriormente mencionados).
Un ejemplo de primera mano: rotura del tendón del supraespinoso
Antes de obtener mi titulación como entrenador personal, yo era el típico usuario de gimnasio que iba, le contaba al monitor mis objetivos y le pedía una tabla de ejercicios. Además, me gustaba cargar cuanto más peso pudiera mejor, y así pasaban los años...
Hasta que un día, mientras preparaba unas oposiciones para Policía Nacional, comencé a sentir molestias en mi hombro derecho. Al principio eran tan ligeras que lo iba achacando a la intensidad de los entrenamientos y no le daba mayor importancia. Pero con el paso de los días y los entrenamientos las molestias fueron aumentando y llego un punto, justo a dos meses escasos de las pruebas físicas, en que me era tremendamente incómodo realizar las dominadas (una de las pruebas de dicha oposición).
Acudí a un traumatólogo a realizarme diversas pruebas, y éste me indicó que tenía una "pequeña tendinitis en el hombro". Me recetó un antiinflamatorio y hielo y me mandó para casa. A pesar de mi desconocimiento de anatomía, yo desconfiaba del diagnóstico, ya que las molestias eran bastante dolorosas como para ser una simple tendinitis, por lo que decidí cambiar de traumatólogo y acudí a la Clínica Cemtro (quizás la mejor decisión que he podido tomar respecto a mi salud en muchos años).
En apenas dos semanas, me realizaron una radiografía y una artroresonancia, y el diagnóstico fue muy diferente del original: "rotura del tendón del supraespinoso, rotura parcial del tendón de la porción larga del bíceps y afectación de la estructura del manguito de los rotadores".
Rehabilitación tras la cirugía: ¿a qué nos vamos a enfrentar?
Sin duda, la primera pregunta que cualquiera que tenga que pasar por el quirófano es "¿y ahora qué?". Ahora toca armarnos de paciencia, ya que la rehabilitación de este tipo de lesiones (¡ojo! va a depender también de la gravedad de cada lesión ya que no todas son iguales) suele ser tediosa, incomoda y larga. En mi caso, el proceso de rehabilitación hasta que estuve totalmente recuperado fueron en torno a siete u ocho meses (es posible que incluso un año después de haber sido operado aún se tengan algunas molestias).
Primera fase de rehabilitación: los primeros dos meses
Durante las primeras tres o cuatro semanas prácticamente no vamos a poder mover la zona, y nos limitaremos casi exclusivamente a aplicarnos hielo varias veces al día y acudir a realizarnos las curas pertinentes de los puntos y cicatrices.
A partir de la sexta o séptima semana a partir de la operación podremos empezar la rehabilitación, y que durante dos semanas más apenas realizaremos movimientos con la articulación. Estas primeras dos semanas de rehabilitación nos centraremos en sesiones de ultrasonidos, electroterapia y microondas.
Segunda fase de rehabilitación: comenzando la movilización del hombro
A partir de la séptima y octava semana junto con la electroterapia y los ultrasonidos, comenzaremos con las primeras sesiones de fisioterapia y movilización de la articulación operada. Aquí, ya os adelanto que sentiremos bastante dolor hasta que comencemos a tener algo de movilidad.
Durante esta segunda fase deberemos continuar aplicándonos hielo varias veces al cabo del día.
Tercera fase: comenzando a trabajar la fuerza
En torno a la décima semana (aproximadamente y si todo transcurre con normalidad) podremos comenzar a realizar un mínimo trabajo de fuerza, para lo cual las bandas elásticas de resistencia se convertirán en nuestras nuevas amigas. Poco a poco iremos realizando ejercicios encaminados a fortalecer el manguito de los rotadores cómo paso previo al trabajo de gimnasio (que no será en ningún caso antes de cuatro o cinco meses como mínimo).
Los dos principales movimientos sobre los que vamos a trabajar son la rotación interna y la rotación externa del manguito rotador.
En esta tercera fase aún continuaremos recibiendo algunas sesiones de electroterapia y aplicándonos hielo varias veces al día.
Cuarta (y última) fase de rehabilitación: la vuelta al gimnasio
A partir del cuarto o quinto mes, se nos abrirá la última fase de rehabilitación, y de manera muy lenta y progresiva podremos empezar a incluir el trabajo de gimnasio (lo normal es que durante el primer mes (a veces incluso durante el segundo) de trabajo en gimnasio las únicas pesas que manejemos sean las de uno y dos kilos hasta que vayamos ganando fuerza y podamos ir subiendo el peso, teniendo siempre en cuenta la importancia de la lesión que hemos sufrido y siendo prudentes para no recaer.
En este punto, debemos tener en cuenta una frase que me dijo mi traumatólogo antes de la operación: un hombro operado NUNCA volverá a ser igual que antes de la operación.
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