Os presento un claro ejemplo de que nunca hay que rendirse. Si caes te levantas y sigues luchando. Os pongo en situación. Prueba femenina de 600 metros en pista cubierta. Pistoletazo de salida y todas las corredoras salen corriendo en busca de una buena posición cerca de la cuerda.
Los primeros 200 metros de la prueba pasan sin complicaciones, todas las atletas siguen un ritmo constante sin realizar ningún cambio de ritmo. Todas muy pegadas y juntas, controlándose en cada momento.
El momento crítico de esta prueba llega cuando por el paso de los 400 metros una de las atletas se tropieza y cae cuando se disponía a realizar un cambio de ritmo para tomar la cabeza de carrera y enfilar hacia la meta.
A falta de 200 metros la atleta está en el suelo y sus rivales avanzan metros camino de la recta final. Cuando parece que la competición ha terminado para ella, y ante la sorpresa de todos los espectadores, la atleta caída se levanta y comienza a correr en busca de sus adversarias.
Como si llevase un motor en las zapatillas, la atleta comienza a avanzar metros y más metros y da caza a una de sus rivales, la sobrepasa y continua su impresionante recuperación a un ritmo endiablado. Ya sobre la recta final consigue igualar a los dos atletas que iban en cabeza y en la línea de meta las adelanta para hacerse con la victoria.
Todos los que han practicado alguna vez atletismo saben de la dificultad que supone coger otra vez el ritmo una vez que tienes un traspiés. ¡Si ya es costoso cuando salimos a correr por la ciudad y encontramos un semáforo en rojo que nos hace parar!
Es totalmente admirable la capacidad de superación, lucha y entrega de esta atleta para levantarse y recuperar el tiempo perdido. Este mensaje es también aplicable para cualquier situación de la vida. Si caes, te levantas y sigues luchando. Y tú, ¿qué habrías hecho en su lugar? ¿Te habrías levantado?
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