Un error muy frecuente entre los corredores populares es salir siempre a correr a alta intensidad. Es habitual que cuando comenzamos a entrenar nos tomemos cada salida como una competición, pero es un error de principiante, ya que a la larga lastra mucho el avance y agota en exceso.
Cuando cometemos este tipo de error suelen pasar dos cosas: a los pocos entrenamientos estamos tan agotados que la idea de salir a correr ya cansa y empezamos a ver como los tiempos se estancan y es imposible progresar. Esto es lógico ya que nos estamos saltando dos principios fundamentales del entrenamiento: la variabilidad y la progresión en intensidad.
Cuando comenzamos a entrenar más en serio uno de los pilares básicos del corredor es el trabajo aeróbico, es decir, entrenamientos que nos proporcionen kilómetros pero a intensidad moderada. ¿Qué ocurre aquí? Que solemos pensar que ir despacio no sirve de nada y estamos perdiendo el tiempo entrenando, pero lo cierto es que estamos construyendo una base muy sólida para el futuro.
Tampoco debemos olvidarnos de hacer entrenamientos de series: unos entrenamientos más cortos con distancias pequeñas pero intensas, algo que da cierta chispa a la velocidad de carrera y que junto con la base aeróbica que comentábamos anteriormente hace que si aumente la velocidad de crucero.
Por tanto, no te obsesiones con hacer cada entrenamiento al máximo. Intercala un día de rodaje largo y a menos velocidad con otro de series cortas o medias donde sí vayas al máximo. Si estás empezando, lo más importante es ganar esa base aeróbica tan importante, que solo se consigue con ritmos tranquilos y aumentando poco a poco la distancia de los rodajes.
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