Si cada noche olvidas tu botella de agua al lado de la cama o si dejas de forma casi permanente un recipiente con agua en el escritorio, necesitas conocer lo que ocurre con ese agua que ha quedado fuera de la nevera por largo tiempo.
Los cambios que sufre el agua con el tiempo
El agua fuera de la nevera por largo tiempo se asienta, y si el recipiente no se encuentra tapado el dióxido de carbono del ambiente comienza a mezclarse con ella, lo cual hace que el pH del agua se reduzca y así puede modificarse el sabor negativamente.
De igual forma, si el agua permanece fuera en un lugar cálido por varios días puede favorecerse la proliferación de bacterias que provienen de nuestra misma boca, o incluso de nuestras manos.
Si el agua queda al descubierto también puede acumularse suciedad en la misma como partículas pequeñas del ambiente, polvo u otras que difícilmente causen daño a nuestro cuerpo pero que pueden alterar el sabor y demás características organolépticas del agua.
Por otro lado, el agua del grifo apta para consumo tiene cloro porque mata bacterias, virus y parásitos; pero este componente se disipa cuando se expone al aire por largo tiempo, razón por la cual el agua puede perder su inocuidad si pasa más de cinco días asentada, y sobre todo si se encuentra al descubierto y en un ambiente caluroso.
El recipiente también importa
Dependiendo del recipiente en el que esté almacenada nuestro agua también podemos tener más probabilidades de beber sustancias perjudiciales para nuestro organismo; como microplásticos o disruptores endócrinos como el bisfenol A y el teraftalato de polietileno que compone la mayor parte de las botellas de agua plásticas.
Este riesgo de que nuestra agua resulte contaminada con sustancias químicas se incrementa si utilizamos botellas de un sólo uso, o si han pasado largo tiempo reposando a la luz solar o al calor.
Por todo esto, si bien el agua que dejamos del día anterior o durante un fin de semana reposando en el escritorio o en nuestra mesa de noche puede no resultar perjudicial para el organismo; la realidad es que se aconseja utilizar un recipiente reutilizable, con tapa a rosca, y conservar el agua siempre en un lugar fresco y oscuro.
Esto es todo lo que ocurre en el agua que ha quedado fuera de la nevera por largo tiempo y si bien puede resultar seguro su consumo, debemos tener en cuenta que determinadas características del almacenamiento, del recipiente y del agua, pueden incrementar el riesgo de ingresar al cuerpo bacterias o sustancias químicas perjudiciales.
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Imagen | Bluewater Sweden